Que son las salinas y como se recolecta la sal

Desde tiempos inmemoriales, la cuenca mediterránea ha estado vinculada a la industria salinera. La sal ha sido siempre el material básico de la alimentación, tanto por su aportación al organismo como por la conservación de los alimentos. A lo largo de los siglos, la industria salinera ha llegado hasta nosotros, produciendo no sólo sal, sino también un entorno que no es natural, sino que está bellamente integrado en la naturaleza, el de las salinas.

Las salinas no son más que un entorno de origen artificial, creado a lo largo de los siglos arrancando tierras al mar, creando nuevas cuencas y desplazando varios kilómetros la línea costera inicial. Aunque son de origen artificial. Las salinas reproducen un medio natural: el medio lagunar, que, aunque en formas diferentes, preexistió a la creación de las salinas.

Los fenicios empezaron a cultivarla hace tres mil años, atraídos por la costa más bien baja de Marsala y su clima extremadamente favorable. Y aún hoy, la sal se considera un bien preciado y un recurso fundamental para la economía local.

  • La mina de sal consta de cuatro cuencas diferentes, cada una con un nivel específico de salinidad.
  • El primer depósito, el más alejado de la costa, se denomina «fridda»: desde aquí, a través de una esclusa, el agua pasa al segundo depósito, el de evaporación, también conocido como «vasu coltivu».
  • En esta fase, el agua adquiere un color ligeramente rosado debido al alto nivel de salinidad y a la elevada temperatura del agua.
  • A través de otra esclusa, el agua llega al tercer depósito, conocido como «caura», y continúa hasta el cuarto y último depósito, en el que alcanza el punto de saturación.
  • La sal cristaliza en las balsas de «salazón», formando verdaderas costras de sal que los trabajadores trituran con herramientas especiales.
  • Un aspecto curioso y singular ligado a la historia de las salinas es el de los «Vuci di Salinaru», o «Cantos de los salineros».
  • Los trabajadores cantaban canciones infantiles en siciliano, que tenían tanto una función lúdica como otra aún más importante: marcar las fases de trabajo colectivo y contar las unidades de sal recolectadas.